Homo videns.
jueves, 18 de octubre de 2012
¿Quien es Charly?
¿ Alguna ves te has sentido influenciado por la tv o el Internet para comprar o hacer algo?
¿Cómo ha evolucionado el “Homo Videns” en estos 10 años?
La inmensa supremacía de la imagen sobre la palabra permanece vigente hoy día, sin embargo, ha aparecido un nuevo medio de comunicación que está revolucionando la sociedad desde los cimientos: Internet. Sartori también habla de la Red como una nueva oportunidad de desarrollo para el ser humano, sin embargo, duda de que la utilidad de esta herramienta llegue más lejos que la televisión. “Como instrumento práctico, como un paseo a un mercadillo callejero o como un recorrido por nuestros más variados hobbies, Internet tiene un porvenir revolucionario. Como instrumento cultural, preveo que tiene un futuro modesto. Los verdaderos estudiosos seguirán leyendo libros, sirviéndose de Internet para completar datos, para las biografías y la información que anteriormente encontraban en diccionarios; pero dudo que se enamoren de la red”.
Se rebela contra la falta de esfuerzo mental que proviene de la televisión y que se traslada a Internet como si se tratara de un simple ejercicio de traspaso eventual. Nos dice que a pesar del universo de posibilidades que ofrece la Red, vamos a seguir siendo individuos absorbidos por el poder triturante de la imagen fácil. “La paideia del video hará pasar a Internet a analfabetos culturales que rápidamente olvidarán lo poco que aprendieron en la escuela y, por tanto, analfabetos culturales que matarán su tiempo en Internet, en compañía de "almas gemelas" deportivas, eróticas o de pequeños hobbies. Para este tipo de usuario, Internet es sobre todo un espléndido modo de perder el tiempo, invirtiéndolo en futilidades”, escribe el italiano.
Quizá estemos virando hacia un nuevo tipo de hombre gracias a Internet
Y efectivamente, Internet se ha convertido en un océano de información que nos inunda cada vez que accedemos a él mediante el simple hecho de abrir el navegador. Pero ahora ya no dependemos de los intereses económicos de las empresas privadas o de los intereses políticos de los gobiernos, que con la televisión encontraron un excelente modo de manipularnos a su antojo. Cada vez que entramos en la Red se nos abre un mundo de posibilidades infinito, que se construye con porciones de múltiples realidades, creadas por numerosas personalidades. Se mezclan todo tipo de intereses, obviamente también los económicos y los políticos, pero “flotan” en igualdad de condiciones con respecto a los demás. Sartori alerta de la saturación que puede llegar a provocar Internet “Corremos el riesgo de asfixiarnos en una exageración de la que nos defendemos con el rechazo; lo que nos deja entre la exageración y la nada. El exceso de bombardeo nos lleva a la atonía, a la anomia, al rechazo de la indigestión: y de este modo, todo termina, en concreto, en una nimiedad.”
De todos modos, hoy disponemos de la posibilidad de elección. Podemos utilizar la más potente de nuestras capacidades de raciocinio en la búsqueda de información: el contraste. La Red nos permite observar, comparar, analizar y construir opiniones basadas en múltiples fuentes de información que se generan partiendo desde la mente mas privilegiada hasta el individuo que se encuentra en el polo opuesto. Si superamos el peligro del exceso de información y volvemos a la palabra escrita, tendremos el poder de ser personas con menos posibilidades de ser manipulados. Individuos con capacidad de decisión basada en la razón y no en el engaño de la visión que muestra la televisión.
Vivimos inmersos en la era de la información y estamos más dispuestos que nunca para aprovechar esa ventaja. Internet te enseña a dudar, a analizar, a buscar y, la mayoría de las veces, a encontrar. No te creas nada sin contrastarlo, ni siquiera este mismo blog. Cree a los que buscan la verdad. Huye de los que aseguran haberla encontrado. Sobre todo si te lo dicen detrás de una pantalla de televisión.
Comenta.
¿Tú para qué usas el Internet?
martes, 16 de octubre de 2012
resumen Homo Videns
En este libro, publicado en 1997, el conocido
cientista político Giovanni Sartori, autor de importantes obras que constituyen
clásicos en su especialidad, aborda el papel que están desempeñando los
multimedios y la televisión en especial en el público, así como también las
características de la opinión pública en las democracias representativas de
hoy, fuertemente dirigidas por el mundo de las imágenes y de los sondeos de
opinión.
Es un libro que cumple con el papel de alertar,
de llamar la atención a todas aquellas personas involucradas en procesos educativos,
tanto a nivel familiar como institucional respecto de la influencia de la
televisión en el plano individual, político y cultural. De fácil y rápida
lectura, no es por ello una obra superficial. Invita a reflexionar en el mundo
que estamos viviendo y ayuda a darse cuenta de los eventuales peligros a que
podrían llevarnos los multimedia y muy particularmente la televisión, cuando se
erige como el único factor de socialización de la persona desde su niñez.
La tesis central de Sartori es que la televisión
y el video (imagen) modifican radicalmente y empobrecen el aparato cognoscitivo
del “homo sapiens”, a tal punto que anula su pensamiento y lo hace incapaz de
articular ideas claras y diferentes, hasta llegar a fabricar lo que él denomina
un “proletariado intelectual”, sin ninguna consistencia. La cultura audiovisual
es inculta y por lo tanto, no es cultura, afirma Sartori. Del “homo sapiens”,
producto de la cultura escrita, se ha pasado al “homo videns”, producto de la
imagen.
Es más, el autor afirma que la televisión en la época actual no sería solo un instrumento, sino que es una “paideia”, un medio que genera un nuevo “ántropos”, esto es, un nuevo tipo de ser humano. Nos parece tan radical esta afirmación, porque equivale a imaginarnos que el hombre está expuesto a un sólo tipo de influencia (la televisión) en el mundo moderno, dejando de lado otros factores de socialización.
La formación de la opinión pública es un proceso complejo, dinámico en el cual intervienen elementos que entran y salen de un embudo o túnel de la causalidad, según lo explican los autores Miller, Stokes y Coverse. Lo fundamental es la motivación y el interés que presenten las personas por cualquier tema, no sólo el político.
Recordemos que en “la teoría de la democracia” Sartori nos plantea que el mundo construido por Orwell es una pesadilla “pero no un imposible”, puesto que “el sistema totalitario unicentrico de fabricación de la opinión es ya una realidad plena” ¿Se trata pues de un individuo aislado que al actuar se transforma en una masa homogénea, con una mente empequeñecida que cae a veces en el conflicto? Al menos es a lo que apunta en el capítulo 3 de la obra titulado “la aldea global”. Estaríamos aún en plena vigencia de la sociedad de masas al modo como la describe Ortega y Gasset, en donde no caben los conceptos de personas unidas en grupo, en comunión con otras, compartiendo y debatiendo temas controvertidos que son de su interés. Se anula la noción de persona y de público y con ello, la posibilidad de existencia de una auténtica opinión pública.
Es más, el autor afirma que la televisión en la época actual no sería solo un instrumento, sino que es una “paideia”, un medio que genera un nuevo “ántropos”, esto es, un nuevo tipo de ser humano. Nos parece tan radical esta afirmación, porque equivale a imaginarnos que el hombre está expuesto a un sólo tipo de influencia (la televisión) en el mundo moderno, dejando de lado otros factores de socialización.
La formación de la opinión pública es un proceso complejo, dinámico en el cual intervienen elementos que entran y salen de un embudo o túnel de la causalidad, según lo explican los autores Miller, Stokes y Coverse. Lo fundamental es la motivación y el interés que presenten las personas por cualquier tema, no sólo el político.
Recordemos que en “la teoría de la democracia” Sartori nos plantea que el mundo construido por Orwell es una pesadilla “pero no un imposible”, puesto que “el sistema totalitario unicentrico de fabricación de la opinión es ya una realidad plena” ¿Se trata pues de un individuo aislado que al actuar se transforma en una masa homogénea, con una mente empequeñecida que cae a veces en el conflicto? Al menos es a lo que apunta en el capítulo 3 de la obra titulado “la aldea global”. Estaríamos aún en plena vigencia de la sociedad de masas al modo como la describe Ortega y Gasset, en donde no caben los conceptos de personas unidas en grupo, en comunión con otras, compartiendo y debatiendo temas controvertidos que son de su interés. Se anula la noción de persona y de público y con ello, la posibilidad de existencia de una auténtica opinión pública.
Sartori arremete decididamente en contra de la
televisión, ya que ella sería la primera escuela del niño, formado en la imagen
y después, transformado en un hombre que no lee, cuya capacidad de abstracción
y de entender se ha visto empobrecida. Esta afirmación nos parece
particularmente grave, puesto que aunque Sartori no lo dice explícitamente,
debemos reconocer que en la época actual hay dos instituciones socializadoras
en crisis: la familia, como primera formadora de hábitos, valores y actitudes y
la segunda en importancia cronológica: la educación, las que deben ir en
estrecha consonancia al menos en los primeros años de formación de la persona.
Nuestro país no parece tan alejado de esta situación, al conocer los resultados
del último informe de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación en el
que se señala que el 80% de los chilenos entre 16 y 65 años no tiene nivel de
lectura mínimo para funcionar en el mundo de hoy, porque no comprenden lo que
leen.
Si la familia y la educación están en crisis y si
la persona desde pequeña está expuesta a un solo factor de socialización, la
solución pasa por mejorar los dos primeros elementos y la calidad de la
televisión. Es necesario que entendamos que el problema de fondo no está en que
los medios de comunicación o los otros elementos de socialización sean buenos o
malos en si. En lo que se refiere a los medios de comunicación en particular,
“el uso que la gente hace de ellos puede producir efectos positivo o negativos”...
y ellos “no son fuerzas ciegas de la naturaleza fuera del control del hombre”.
Es más, “la gente elige usar los medios de comunicación social con fines buenos o malos, de un modo bueno o malo”. Se trata de opciones que el hombre hace. Nos parece que este es el punto central que Sartori no aborda al menos en este libro: una visión esperanzadora del hombre, que tiene siempre abierta la posibilidad de escoger el bien.
Es más, “la gente elige usar los medios de comunicación social con fines buenos o malos, de un modo bueno o malo”. Se trata de opciones que el hombre hace. Nos parece que este es el punto central que Sartori no aborda al menos en este libro: una visión esperanzadora del hombre, que tiene siempre abierta la posibilidad de escoger el bien.
En esta obra Sartori se concentra solamente en
los efectos cognoscitivos que la televisión produciría en el hombre. Se olvida
que no basta la información para que exista una correcta opinión pública que
sirva de contrapeso real a otros poderes de la sociedad. El “homo videns” sólo
podría resurgir como una persona si a la dimensión cognoscitiva se le agrega la
dimensión ética-formativa. No concebimos una opinión pública que no esté
conformada por personas con una correcta información y conocimiento, sino
también y lo que es más importante, con un reconocimiento de la Verdad, lo que le
permitirá distinguir el error, la falsedad, despejar dudas e incertidumbres,
evitar los estereotipos, la desinformación y opinar sobre aquello que es
contingencia, objeto de opinión y no sobre aquello que no lo es: la
Verdad. Si bien la ”doxa difiere del conocimiento científico, no por ello
debemos relegarla como lo hiciera Platón al lugar de saber intermedio, sino que
debemos elevarla, como lo hiciera Aristóteles, dotándola de una dimensión
ética.
Si bien Sartori aborda el tema de la Verdad en “la teoría de la democracia”, lo hace con un cierto escepticismo al referirse al problema de la autonomía de la opinión pública: ”en el fondo todo gira alrededor de la creencia valorativa en la verdad-en el valor de la verdad. Pero vivimos ahora en un mundo repleto de persuasores ideológicos para quienes la “causa” tiene prioridad sobre la verdad”.
Si bien Sartori aborda el tema de la Verdad en “la teoría de la democracia”, lo hace con un cierto escepticismo al referirse al problema de la autonomía de la opinión pública: ”en el fondo todo gira alrededor de la creencia valorativa en la verdad-en el valor de la verdad. Pero vivimos ahora en un mundo repleto de persuasores ideológicos para quienes la “causa” tiene prioridad sobre la verdad”.
Lo anterior podría encontrar explicación en la
época en que el autor escribiera su libro, antes de la caída del muro de
Berlín. Quizás ahora Sartori ha sustituido las ideologías por el poder total
que le concede a la televisión, no ya como un mero instrumento, sino como un
elemento que EN SI Y POR SI MISMO PROMUEVE E INSPIRA LOS CAMBIOS EN LA
SOCIEDAD, al modo como se concebían los efectos de los medios en su primera fase,
en la que se les atribuía un gran poder, fruto de la experiencia vivida en la
segunda guerra mundial, en donde la opinión pública estaba totalmente
manipulada y controlada por el estado. Lo cierto es que las democracias
modernas son un tanto más complejas, vivimos lo que Robert Dahl denomina una
“poliarquía”, esto es, han surgido una multiplicidad de actores que compiten
entre si e influyen en la sociedad.
Coincidimos con Sartori cuando al abordar el tema
de la formación de la opinión pública afirma que las opiniones son ciegas y
débiles por la influencia de la televisión y de la sondeodependencia, para
referirse al poder que han tomado las encuestas de opinión. Como se sabe, éstas
son un mero instrumento empírico para medir opiniones en un momento dado, y
constituyen meras probabilidades, tendencias o aproximaciones a la verdad, y
por lo tanto, pueden equivocarse. Falta un mayor espíritu crítico en la
sociedad para saber interpretarlas y sin duda, la televisión no ayuda mucho a
ello.
Concretamente en lo que se refiere a la
influencia de la televisión en la política, concordamos con el autor en el
sentido que ella la personaliza, la hace más emotiva, “rompe el equilibrio
entre pasión y racionalidad”, homogeniza y hasta promueve el conflicto. El
resultado final es que el pueblo se debilita, no decide la solución de los
temas.
A resolver, sino que se limita a elegir quién
decidirá. Con mucha propiedad, Sartori advierte que a un incremento del
“demopoder”, debería corresponder un incremento del “demosaber”. De otra forma,
la democracia se convierte en un sistema de gobierno en que son los más
incompetentes los que deciden.
El demos debilitado de Sartori lo está no sólo en
su capacidad de entender, sino también en su pérdida del sentido de comunidad.
La televisión crea una “multitud solitaria” y lo que nos espera es una “soledad
electrónica”. Nuevamente se pierde la noción de persona y de público. Lo que
prima en Sartori es esa visión pesimista de la multitud, presa de sus
emociones, incapaz de pensar por si sola, expuesta a una sola influencia y
determinada por ella, sin libertad. Si esto es así, la opinión pública no sólo
como concepto, sino también como realidad se vería amenazada, y con ello la
existencia de una verdadera democracia participativa. Estaríamos frente a lo
que se podría denominar el ”totalitarismo de la imagen”.
En síntesis, si bien el autor llama la atención
sobre algunos fenómenos que se están dando en la sociedad moderna en el nivel
individual y de la sociedad, nos deja la sensación que el hombre ha perdido su
libertad, porque se olvidó del ”logos” y puso énfasis en el instrumento o más
bien dicho, está determinado por éste, lo que deja pocas esperanzas.
Creemos que en este libro Sartori expone un pensamiento extremo, en el que se le atribuye un poder casi total a la televisión y al poder de la imagen. Ello es útil sin embargo, en la medida que nos lleva a reflexionar sobre el uso que el hombre pudiera estar haciendo de los medios de comunicación, en particular de la televisión. Sartori nos lleva a una pregunta fundamental: ¿es que el hombre ha perdido su libertad? O más bien dicho, ¿la ha entregado al instrumento creado por él? Nuestra visión es y debe ser siempre esperanzadora.
El hombre debe ser cada día más persona y menos individuo aislado, servirse del progreso y de la tecnología como instrumentos del bien, sin erigirlos como dioses, ni olvidar que “está llamado a vivir en comunión con Dios a través de su prójimo”; que los medios de comunicación son meros instrumentos que no sustituyen personas ni políticas, por lo tanto tienen un valor relativo y deben ser puestos al servicio del bien de la persona; que la opinión pública arranca del individuo libre y que para ello es esencial distinguirla de la Verdad, para ser verdaderamente “doxa” formada, con una dimensión ética; que debemos imperiosamente reforzar otros factores formadores de opinión pública que son relevantes: la familia y la educación. La primera, como formadora de hábitos, valores y creencias y como dice Rafael Alvira, como modelo para las sociedades intermedias y para la “res publica”; que la dimensión cognoscitiva no es la única ni quizás la más importante de la opinión pública.
Lo que queremos decir es que ella no basta. A ella es preciso agregar su dimensión sicológica pero también la dimensión ética. La principal limitación del libro que estamos comentando radica en que se centra sólo en los efectos cognoscitivos que la televisión estaría provocando en las personas y en la política, olvidándose Sartori de los valores, condición indispensable para la formación de una recta opinión pública.
Creemos que en este libro Sartori expone un pensamiento extremo, en el que se le atribuye un poder casi total a la televisión y al poder de la imagen. Ello es útil sin embargo, en la medida que nos lleva a reflexionar sobre el uso que el hombre pudiera estar haciendo de los medios de comunicación, en particular de la televisión. Sartori nos lleva a una pregunta fundamental: ¿es que el hombre ha perdido su libertad? O más bien dicho, ¿la ha entregado al instrumento creado por él? Nuestra visión es y debe ser siempre esperanzadora.
El hombre debe ser cada día más persona y menos individuo aislado, servirse del progreso y de la tecnología como instrumentos del bien, sin erigirlos como dioses, ni olvidar que “está llamado a vivir en comunión con Dios a través de su prójimo”; que los medios de comunicación son meros instrumentos que no sustituyen personas ni políticas, por lo tanto tienen un valor relativo y deben ser puestos al servicio del bien de la persona; que la opinión pública arranca del individuo libre y que para ello es esencial distinguirla de la Verdad, para ser verdaderamente “doxa” formada, con una dimensión ética; que debemos imperiosamente reforzar otros factores formadores de opinión pública que son relevantes: la familia y la educación. La primera, como formadora de hábitos, valores y creencias y como dice Rafael Alvira, como modelo para las sociedades intermedias y para la “res publica”; que la dimensión cognoscitiva no es la única ni quizás la más importante de la opinión pública.
Lo que queremos decir es que ella no basta. A ella es preciso agregar su dimensión sicológica pero también la dimensión ética. La principal limitación del libro que estamos comentando radica en que se centra sólo en los efectos cognoscitivos que la televisión estaría provocando en las personas y en la política, olvidándose Sartori de los valores, condición indispensable para la formación de una recta opinión pública.
ESTRUCTURA
El libro se halla estructurado en tres grandes apartados:
- ¨ "La primacía de la imagen"
- ¨ "La opinión teledirigida"
- ¨ "¿Y la democracia?"
En el primero, subdividido a su vez en siete capítulos, se establece
una comparación entre el uso de la imagen y el de la palabra escrita
como transmisores de información, haciendo hincapié en sus efectos sobre
los niños.
En el segundo, compuesto de seis capítulos, el autor analiza la
influencia de la imagen en la formación de la opinión política de la
sociedad, ala cual, según Sartori, se halla a merced de la manipulación a
la que los políticos recurren en el uso de los medios.
Por último, en "¿Y la democracia?", apartado construido en seis
capítulos, se ahonda en determinados aspectos políticos de la sociedad.
IDEAS PRINCIPALES
Capacidad simbólica
La característica que diferencia al hombre del primate es su
capacidad simbólica, su capacidad de abstracción. Esta capacidad se
expresa a través del lenguaje, la capacidad de comunicar mediante una
articulación de sonidos y signos previstos de un significado. Los
animales, se dirá, también transmiten señales, a su modo. Sin embargo,
la diferencia radica en que aquél posee un lenguaje que es capaz e
hablar de sí mismo. El lenguaje no es un instrumento sólo del comunicar,
sino también del pensar. Y el pensar no necesita del ver. Así por
ejemplo, un ciego está obstaculizado por no poder ver la realidad, pero
no por no poder ver en lo que piensa. Las cosas en las que pensamos no
son visibles.
El cambio radical en la comunicación
De todos los inventos tecnológicos, es la televisión el que modifica
primero y de forma sustancial la naturaleza de la comunicación, pues la
traslada de la palabra impresa, escrita o radiotransmitida, al con texto
de la imagen. La diferencia es sensible. La palabra es un símbolo, que
se resuelve en lo que significa, en lo que podemos entender. Y
entendemos la palabra sólo si entendemos la lengua. Por el contrario, la
imagen es una pura retransmisión visual. Se ve y eso es todo. Basta con
no ser ciegos.
Influencia en los niños
¿Y cuáles son las consecuencias? Que se puede ver sin entender. Los
niños se pasan horas ante la televisión antes de aprender a leer y
escribir y absorben todo lo que ven: al no comprender, no discriminan la
información. La imagen se convierte así en el primer contacto con la
"realidad"; un contacto fácil por su inmediatez. La ausencia de esfuerzo
que conlleva desemboca en el desarrollo de actitudes perezosas y
acomodaticias, acostumbrándolos a responder únicamente ante estímulos
audiovisuales. Ello degenera, además, en la creencia de que la cultura
del libro es de unos pocos, es elitista, mientras que la otra, la audiovisual, es de la mayoría.
Concepto de progreso
No todo progreso tecnológico desemboca es un progreso por definición.
Para la Ilustración, implica un crecimiento de la civilización hacia
algo mejor. Y la televisión no tiene por qué serlo necesariamente. La
TV, un progreso en sí mismo, no produce progreso per se, como tampoco una mejora cuantitativa es en sí misma una mejora, si no comporta a su vez un avance cualitativo.
La TV es positiva en tanto en cuanto entretiene.
Asimismo, estimula. Pone a nuestro alcance el mundo entero. El problema
surge cuando lo transforma todo en espectáculo, además del
empobrecimiento de la capacidad de entender.
El empobrecimiento de la capacidad de entender
Esta es la idea que supone el eje central de la tesis
del libro. Algunas palabras llevan a la mente figuras e imágenes de
cosas visibles. Pero esto sólo sucede con algunos nombres propios y
palabras concretas, las llamadas palabras "denotativas" (casa, mujer,
gato, coche, etc.) Pero la mayoría de nuestro vocabulario consiste en
palabras abstractas, que no tienen ningún correlato en cosas visibles, y
cuyo significado no se puede trasladar ni traducir en imágenes. Esto
quiere decir que podemos "ver" la palabra ciudad, pero no, por ejemplo,
"nación", "paro", "felicidad", etc. Y nuestra capacidad de administrar
la realidad, en especial la política, económica y social, se fundamente
exclusivamente en un pensamiento conceptual que representan entidades
invisibles e inexistentes para el ojo humano. El problema aparece porque
algunas palabras abstractas son en cierto modo traducibles en imágenes,
pero lo son de una forma distorsionada. Por ejemplo, la felicidad se
muestra con la imagen de un rostro que expresa alegría; el paro con la
imagen de un desempleado; la libertad con un exconvicto que sale de la
cárcel, etc. Además, aunque no hubiera tal distorsión, la imagen de una
persona libre no nos explica la libertad, ni la de una persona feliz, la
felicidad.
Así, el saber del homo sapiens, que se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis, pasa a desarrollarse en un mundus sensibilis,
el mundo percibido por nuestros sentidos. La TV invierte la evolución
de lo sensible en inteligible, produciendo imágenes y anulando
conceptos, atrofiando de ese modo nuestra capacidad de abstracción y,
con ella, nuestra capacidad de entender.
Kant dijo que la idea es un concepto necesario de la razón al cual no
puede ser dado en los sentidos ningún objeto adecuado. Por lo tanto,
lo que vemos no produce ideas, pero se insiere en ellas, que lo
encuadran y lo "significan". Y éste es el proceso que se atrofia cuando
el lenguaje conceptual o abstracto es sustituido por el lenguaje
perceptivo o concreto, que es infinitamente más pobre. Más pobre no
sólo en cuanto a número de palabras, sino sobre todo en cuanto a riqueza
de significado o capacidad connotativa.
TV e Internet
La red de redes es un prodigioso instrumento multitarea: transmite
imágenes, texto, sonidos, abre al diálogo entre usuarios. Se distinguen
tres posibilidades de empleo: 1) utilización práctica; 2)
entretenimiento; 3) utilización educativo-cultural. El primer uso está
generalizado. Respecto al segundo, la TV no perderá cuota, porque
triunfará entre los perezosos, frente a la gente más activa que
prefieran dialogar y buscar por Internet. En lo que concierne al uso
cultural, parece que debería ayudar, ya que en la red se puede encontrar
cualquier cosa. Sin embargo, existen varios peligros: uno, que la
persona llegue a Internet ya como homo videns; otro, que la
enorme oferta haga estallar la demanda y sature. En definitiva, las
posibilidades de Internet son infinitas, y serán positivas en tanto en
cuanto sea usado como herramienta práctica o educativa; como
entretenimiento, sin embargo, puede dar lugar a una gran pérdida de
tiempo, un espaico donde los analfabetos culturales maten su tiempo
libre en compañía de almas gemelas. En este sentido, no significará
progreso alguno.
La opinión
La democracia es un gobierno de opinión, no del saber. Para llegar al
poder, es necesario lograr una opinión de los votantes favorable a los
intereses propios. Por ello, los partidos políticos tratan de influir en
el demos, a través de los medios.
Con la radio, la sociedad mantiene cierta independencia: concede
autoridad según quién hable. Con la TV, en cambio, la autoridad es la
visión en sí misma. No importa que la imagen pueda engañar más que la
palabra. El ojo cree lo que ve, porque parece real.
Los sondeos de opinión constituyen otro mecanismo de
formación de la opinión. Sus resultados son ofrecidos a la sociedad como
pauta de lo que deben pensar. Y, claro, no es difícil manipular estos
sondeos. Para empezar, el sondeado se ve obligado a improvisar una
respuesta al momento, sin capacidad de reflexionar sobre ella. Además,
la forma en que la pregunta esté formulada puede influir en la
respuesta. No es lo mismo preguntar por el aborto que por la defensa del
derecho de la vida. Pero quizás lo más importante sea que, a menudo, el
entrevistado no tiene conocimiento alguno sobre lo que se le interroga.
Se le pregunta qué opina, sin comprobar antes qué sabe.
Información, desinformación, subinformación y consecuencias
- Subinformación: información insuficiente que empobrece la noticia.
- Desinformación: distorsión de la información. Noticias falseadas que inducen a engaño, no necesariamente de modo voluntario.
El periódico excluye a los analfabetos que no saben leer. La radio
no; por ello, acostumbra a simplificar y a ser más breve. La TV aún
ofrece menos información, ya que suele informar sólo de aquello de lo
que también se tienen imágenes. Ésta es la gran diferencia con los dos
medios anteriores, que no tienen por qué estar en el lugar de los
hechos. Este hecho aldeaniza la información que la TV ofrece, porque
deja al margen los territorios de difícil acceso. Además, la obligación
de mostrar genera el deseo de mostrarse: a veces incluso se fabrican
sucesos expresamente para la TV, por su capacidad de impacto.
Las consecuencias son terribles. Muchas televisiones aducen que
muestran lo que la gente quiere, cuando lo que sucede es justamente al
revés. La sociedad, al no saber más que de lo que se le muestra, no
puede interesarse por ninguna otra cosa. El hecho de informarse requiere
una inversión de tiempo y de atención. Pero quien llega a la TV sin
estar formado, conocedor únicamente de lo que ésta le ofrece, es un
producto de la misma, y, por tanto, sólo estará preparado para lo que la
televisión le ofrezca. Es el homo videns, alguien que querrá (necesitará) información rápida e instantánea.
Tipos de desinformación
- 1) Fabricación de pseudos-acontecimientos (por su capacidad de impacto)
- 2) Falsas estadísticas: estadísticas que aparentemente son objetivas, pero cuya interpretación está manipulada. Por ejemplo, las que pretenden demostrar la discriminación hacia los negros. El argumento habitual es que, pese a su proporción, no se hallan igualmente representados en algunos grandes puestos. Por lo tanto, deben de estar discriminados. Pero eso no prueba nada. La distribución anómala no presume una causa anómala. En deportes, por ejemplo, los negros están sobrerrepresentados, y nadie dice que se discrimine a los blancos. Habría que buscar las causas reales. Igualmente, en las mejores universidades americanas se da una sobrerrepresentación de los estudiantes asiáticos. Una información correcta extraería que son más estudiosos y mejores como estudiantes.
- 3) Entrevistas casuales: la opinión de cualquiera, en pantalla, es aceptada como verdadera. La TV funciona así como multiplicador de estupideces.
- 4) Se premia la excentricidad y la violencia y agresividad. La TV llega siempre rápido adonde hay agitación, protestas o manifestaciones, en definitiva, un espectáculo. El aspecto más grave de esta preferencia por el ataque es que viola en principio de oír a la otra parte. (Ya en su obra "La democracia después del comunismo" (1993, pág. 126-127) Sartori ya hablaba de este fenómeno, y exponía que la primacía de la imagen llevaba a una exaltación de las emociones, en lugar del conocimiento)
La mentira de la imagen
La fuerza de la veracidad inherente a la imagen hace de ésta que sea creída per se.
Esta eficacia convierte a la imagen, de ser mentira, en más peligrosa.
¿Qué elementos contribuyen a la falsedad de una imagen? El más destacado
es el de la descontextualización. Un ejemplo es el famoso caso
de Rodney King. Las imágenes exponían a unos policías apaleando a un
negro. Pero no se decía que antes había habido una larga persecución a
180 km/h, ni que estaba drogado y borracho ni que no hizo caso cuando se
le mandó que se le detuviera. Si bien la brutalidad de la policía es
indudable, la imagen, puesta en contexto, no justificaba el escándalo
que suscitó, y que degeneró en una especie de guerra racial. Al perder
la capacidad de abstracción, perdemos la capacidad de distinguir lo
verdadero de lo falso.
Influencia de la TV en las elecciones
Personalización: en la pantalla vemos a personas, no
programas de partido, y personas constreñidas a hablar con cuentagotas.
Históricamente ha habido personalidades son necesidad de imágenes, pero
para ello se basaban en discursos fáciles y demagógicos. Ahora, el
vídeo-líder es en sí mismo el mensaje. Según Fabbrini, "los medios
de comunicación crean la necesidad de que haya fuertes personalidades
con lenguajes ambiguos [...] que permitan a cada grupo buscar en ello
[...] lo que quiera encontrar." En esta personalización, el sistema
electoral es una variable importante, más cuanto más abiertas sean las
listas. Un ejemplo es Ross Perot, quien en las presidenciales de EEUU
llegó a obtener 1/5 de los votos haciéndolo todo él solo, con su dinero y
sus pariciones en TV pagadas por él mismo. También están los casos de
Berlusconi, en Italia, y Collor, en Brasil.
Democracia debilitada
Para muchos, la democracia representativa no es satisfactoria, puesto
que no es directa, y por lo tanto, la consideran insuficientemente
democrática. Como consecuencia, los referendos y la búsqueda de la
opinión "de la calle" aumentan. El problema radica en que a cada
incremento de demo-poder no corresponde un incremento de demo-saber.
La democracia, de esta forma, se convierte en un sistema de gobierno en
el que los más incompetentes son los que deciden. Es decir, un sistema
de gobierno suicida. Y esto es lo que los progresistas del momento, que
no los de antaño, quieren. Poca gente está informada de los problemas
políticos. Y entre estos, menos aún son competentes para resolverlos.
Por eso, es importante que, a cada crecimiento de directismo democrático
le acompañe un aumento de personas informadas. Sin embargo, la
educación está decayendo, deteriorándose por el 68 y la torpe pedagogía
en auge, lo que junto al empobrecimiento causado por la desinformación
televisiva y la desactivación de nuestra capacidad de abstracción debido
a la primacía de la imagen (obstruyendo nuestra capacidad para
comprender los problemas y afrontarlos racionalmente) nos conducen
directamente a lo contrario. Por eso, en estas condiciones, el que apela
y promueve un demos que se autogobierne es un estafador sin escrúpulos o
un simple irresponsable inconsciente. Mientras la realidad se complica,
las mentes se simplifican. Además, la televisión crea una multitud
solitaria (y en el futuro, electrónica), lo que nos lleva a una pérdida
de comunidad, a una individualidad.
La televisión, en política, también ha tenido efectos
positivos. Ayudó a la caída del comunismo, al descubrir sus habitantes
cómo se vivía en occidente. Sin embargo, la TV occidental es impotente
con las teocracias islámicas; por el contrario, en manos de los
fundamentalistas, se transforma en un formidable instrumento de
fanatización y de proselitismo antidemocrático.
Elitismo y postmodernismo
El hombre racional occidental es visto como alguien que se pretendía
en posesión de la verdad, algo que se entiende elitista, abyecto y
superado. Para el postpensamiento, la ignorancia casi se ha convertido
en una virtud., como si se reestableciera a un ser primigenio incorrupto
e incontaminado. La lectura cansa. Es árida. Se prefiere el living on self-demand, como un niño que come y llora cuando quiere.
Artificialización
En la edad digital nuestro quehacer se reduce a pulsar botones de un
teclado. Así vivimos encerrados sin contacto con le mundo real. Esto nos
priva de experiencias nuestras, de primera mano, que son las que
realmente podemos comprender.
Mundo crédulo
El progreso de la ciencia debía librar al hombre de las creencias
irracionales. Sin embargo, el hombre actual es más crédulo incluso que
el medieval: hoy en día proliferan los magos, quiromantes, astrólogos,
brujas, etc. ¿Por qué? Porque antes las creencias del hombre medieval
estaban delimitadas por una concepción del mundo limitada. Ahora se cree
porque no hay razón para no hacerlo. No es paradójico que el país que
dispone de una mayor ciencia en el mundo sea donde abundan en mayor
número los cultos de poca monta.
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